8. Junio 2010 por malvantesa.
Ya ha llegado, ya está aquí. Cada año lo llevo peor, parece una pesadilla y eso que debía estar acostumbrada, pero no hay forma lo odio.
Me vuelve irrascible, me angustia y me dan ganas de emigrar a Noruega, Islandia, Finlandia, Dinamarca… ¡ qué felices deben ser esos países, que fresquitos tienen que estar!. Son mi envidia.
Procuro que no me afecte mucho y no tener nada que ver con él. Lo trato lo menos posible. Bajo las persianas a tope, pongo luz artificial, el aire al máximo, sólo salgo lo necesario, bien provista de gafas, gorro, abanico, agua… Lo bueno que tiene es que igual que ha llegado se marcha, ya queda menos, sólo dos meses y medio aproximadamente, con un poco de suerte, puede que menos. El día 21 comienza la cuenta atrás.
Y es que no me gusta nada de lo que pasa en verano ( únicamente, que en el curro salimos una hora antes, pero no sé si me compensa todo lo demás). Se vuelve la estación hortera por antonomasia, gente que, en invierno, parecía tan normal, de repente se transforma en una canción de Georgie Dan, colores imposibles, enseñando la ropa interior, los pies, sudorosos, tatareando canciones horteras, irrascibles. Y la playa, para que vamos a hablar de la playa, podía ser utilizada como elemento de tortura, sobre todo, si se va con niños y toda su parafernalia encima. Con lo bien que se está en otoño, invierno, no veo el momento de que lleguen de nuevo. Cuando estamos en invierno sufro, sólo de pensar que se va a pasar y llegar el verano de nuevo.
Es mejor no darle muchas vueltas, cobijarse y esperar que pase pronto.
¿ A qué tengo razón?
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